Hemovigilancia

La transfusión sanguínea es una forma terapéutica que produce grandes beneficios pero que también conlleva algunos riesgos. La hemovigilancia es el término que utilizamos para definir el conjunto de medidas que, una vez implantas, nos permiten detectar, registrar y analizar toda la información relativa a los efectos adversos o inesperados que puedan producirse en cualquier punto de la cadena transfusional, empezando en la selección de los donantes, la extracción de sangre, el procesamiento y análisis de los componentes sanguíneos, hasta la distribución y administración final a los pacientes.

El objetivo fundamental que persigue un sistema de hemovigilancia es aumentar los niveles de calidad y seguridad de la transfusión sanguínea, implantando un control continuo, completo, riguroso y objetivo, que proporciona beneficios indiscutibles tanto a los receptores de los productos hemoterápicos como a los donantes de sangre. Desde el punto de vista sanitario tiene un gran valor estratégico, ya que su instauración da opción a que se pongan de forma inmediata los mecanismos de alerta preventivos y correctores necesarios ante cualquier complicación imputable a la transfusión.

El sistema de hemovigilancia requiere la cooperación de las diferentes partes implicadas: desde el Centro de Transfusión, donde se recogen, preparan y almacenan los componentes sanguíneos, hasta los servicios clínicos de los diferentes centros hospitalarios, donde finalmente se llevan a cabo las transfusiones a los pacientes.

La hemovigilancia en España está organizada en tres niveles: nivel hospitalario y de centro de transfusión, nivel autonómico y nivel estatal. Se aspira a garantizar la notificación sistematica de los efectos adversos y la homogeneidad de la información registrada. La información enviada desde cada una de las comunidades autónomas se centraliza en la Unidad Estatal de Hemovigilancia del Ministerio de Sanidad y, desde ahí, se reporta a la sede europea de hemovigilancia.